Un hombre pasó varios años en una cárcel de China. Un día, en el
taller de la prisión en el que trabajaba, encontró unos pequeños
trocitos de alambre que brillaban entre las virutas del suelo. Empezó a
recogerlos y a guardarlos en una botella que tenía en su habitación para
alegrar un poco la celda...
Finalmente salió de la prisión
después de años de confinamiento, llevándose consigo la botella llena de
alambres como recuerdo del tiempo que había pasado allí. Convertido en
un hombre mayor que ya no tenía edad para trabajar,
seguía levantándose todos los días exactamente a la misma hora a la que
el guardián había decretado que los prisioneros debían levantarse y
yéndose a dormir a la hora en que solían apagarse las luces de la
prisión.
Se movía dentro de sus habitaciones
siguiendo los mismos patrones que había seguido cuando estaba confinado
en su celda; cuatro pasos a adelante y cuatro pasos atrás.
Después de
algún tiempo haciéndolo, un día su frustración le hizo romper la botella
que se había llevado como recuerdo. Y pudo ver cómo la masa de alambres
oxidados había adoptado la forma de la botella.
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