4 de noviembre de 2010

Ni un minuto para Dios.


Esta mañana abrí mi buzón atestado de propuestas gratuitas, promociones sensacionales y ofertas tentadoras. Al escoger y descartar la mayoría de esas publicidades pienso que nuestra vida a menudo se parece a un buzón lleno. La abundancia de lo que se nos propone nos hace correr el riesgo de pasar al lado de lo esencial.


Existen países en los cuales la lectura de la Biblia está prohibida. En los países occidentales es fácil obtener un ejemplar. Pero, ¿la abrimos cada día, como nuestro buzón? ¿Escuchamos su mensaje sin que sea ahogado en la masa de informaciones que nos ofrecen los medios de comunicación?¿Qué es verdaderamente importante? Hagamos la selección sin debilidad.

El Dios que creó el cielo y la tierra se dignó hablarnos. El mensaje que nos transmitió mediante las Escrituras es prioritario. Tomémonos el tiempo de inquirir cada día qué desea decirnos. Alguien muy ocupado dirá fácilmente: –¡No tengo un minuto! ¿De verdad no tenemos un minuto para Dios?

Así como mi buzón está lleno de publicidad, hay tantas cosas superfluas en nuestra vida, tantas cosas que la habrán llenado sin otra consecuencia que hacernos perder un tiempo precioso. El tiempo es un regalo de Dios, pero está contado. Detengámonos para escuchar la voz del Dios justo y del Salvador que nos llama: “Mirad a mí, y sed salvos” (Isaías 45:22).

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta buen mensaje